Neuropsique

Thursday, August 05, 2010

El estímulo de la oscuridad

¿Cuántas veces se ha preguntado el hombre qué fue lo que le impulsó a comunicarse?
Se podría pensar que tampoco les iba tan mal a nuestros ancestros cuando estaban callados. De hecho la especie original de la que partimos también dio lugar a otras líneas evolutivas que no desarrollaron esta función. Compartimos origen con muchos mamíferos y de todos ellos pocas especies muestran en su repertorio de conductas el lenguaje (los delfines y algunos primates, p. ej.).

Muchos investigadores intentan dilucidar cuál fue el primer paso para llegar hasta nuestro escenario actual. Una hipótesis que puede resultar interesante es la que defiende Harry J. Jerison acerca de la pérdida de visión por parte de algunos reptiles en un punto muy remoto de la historia de la vida, hace unos 200 millones de años.

La evolución, como sabemos, se alimenta del cambio de los entornos, que obligan a las especies a adaptarse a las nuevas condiciones con tal de sobrevivir. Ese cambio en el entorno puede ser casual o en ocasiones buscado. Este fue el caso de esos reptiles mencionado en el párrafo anterior. Los reptiles, de forma general, poseen un sistema visual excelente, muy superior al del ser humano, tanto que se han encontrado indicios de que las especies primigenias de reptiles procesaban el mundo no a nivel cerebral sino directamente desde sus propios ojos. Aquellos antiguos reptiles tenían un sentido ideal para desenvolverse durante el día. ¿Pero qué pasaba por la noche? Aquello era terreno deshabitado.

Algún reptil debió de "darse cuenta" de la oportunidad que aquello significaba: una franja horaria en la que no tendría que competir con otros por el alimento y ni siquiera arriesgarse con tanta frecuencia a ser él mismo la presa. Valía la pena intentar ese cambio. Pero en ese entorno, esa visión tan aguda de la que hacían gala ya no servía de nada. Sea por falta de uso, sea por desarrollo de los otros sentidos, la visión fue perdiendo terreno de importancia para ganarlo el oído y el olfato, muy destacables para moverse en la oscuridad. Hacía falta determinar dónde estaba la comida, de dónde podía venir el peligro y cómo era el espacio a ocupar sin depender prioritariamente de la vista.

Jerison es conocido por enunciar su "coeficiente de encefalización". Con él viene a demostrar que lo importante para un desarrollo mental superior no es el tamaño del cerebro per se, sino su proporción con la masa corporal de la especie. Las especies más inteligentes son las que tienen cerebros mayores en relación a su tamaño. Así, los elefantes a pesar de tener un cerebro de más de 7 Kg, que comparándolo con el nuestro de 1'5 nos dejaría en mal lugar, son - al menos en apariencia - menos inteligentes que nosotros. Del mismo modo, nuestro cerebro es mucho más grande que el de un perro levantado sobre sus patas traseras, que en estatura y masa podría ser como un ser humano medio. Este "gran" cerebro humano se debe a las sucesivas funciones que el córtex fue asumiendo que requirieron de mayor masa cerebral, entre otras cosas.

Ahí es donde entra en juego ese nuevo desarrollo que sufrieron el oído y el olfato de los valiente reptiles enfrentados a la oscuridad. Función y estructura van de la mano, y optimizar estos sentidos se tuvo que seguir de un crecimiento cerebral correspondiente en las áreas que los procesan. Así pues, ése fue uno de los primeros pasos (antes de otros muchos que le sucederían) para hacer crecer nuestro cerebro, órgano que siglos más tarde albergaría el lenguaje.


No cabe duda de que la vista, a pesar de todo, sigue siendo la estrella de nuestros sentidos. Pero no deja de ser paradójico que quizá una de sus mayores aportaciones fue perder importancia para dar algo más de protagonismo a otras modalidades sensoriales. La oscuridad, después de todo, es un gran estímulo para la atención. Quizá nos dé menos miedo a partir de ahora si pensamos que sumidos en ella nos volvemos más inteligentes.

Labels: , , ,

Monday, August 02, 2010

El placer intelectual, la maleta de piel y el bikini de rallas.

Durante el pasado mes de julio se propuso en un foro de Internet, publico y moderado, de opositores al programa PIR, una actividad lúdica, en forma de charlas debates semanales. Los temas fueros los que siguen .Hemos querido rescatar algunas definiciones, por orden de aparición. Así como el enlace a los mismos.  Esperamos que a los participantes les agrade este hilo de Ariadna a tan creativas e interesantes reflexiones psicológicas. No sería de recibo el descuidar agradecer especialmente a la promotora y moderadora de la actividad, Amaya, sus esfuerzos y buen hacer.  Si alguien desea hacer cualquier corrección póngase en contacto.


Charla debate: La conducta animal.  
http://www.foropir.es/viewtopic.php?t=14511

Conducta animal:  El producto de un sistema nervioso.

Conducta animal: Conducta de los seres vivos con sistema nervioso, que en una acepción más específica haría referencia a aquel comportamiento guiado por instintos primitivos no mediados por un razonamiento superior.

Conducta animal: Conducta, de los seres vivos con sistema nervioso, en la que no participa un razonamiento proposicional y en la que los instintos tienen una importancia ponderada.

Conducta animal: Conducta, de los seres vivos con sistema nervioso, en la que no participa un razonamiento proposicional, capaz de ponderar las respuestas aprendidas o heredadas.

Conducta animal: comportamiento producto de un sistema nervioso, que engloba elementos tanto comunes a todas las especies (p. ej. quizá la conducta guiada por instintos) como particulares de especies determinadas (p. ej. el lenguaje en el ser humano, el vuelo en bandada de aves migratorias...)
 
Conducta animal: Sería todo acto voluntario o involuntario, (propositivo, reflejo o mezcla de ambos en alguna proporción) observable o encubierto e incluso por omisión, que un individuo perteneciente al reino animal (según la clasificación etológica al uso) realiza en el espacio y el tiempo, tanto real como imaginado, que puede estar dotada de diferentes niveles de complejidad.

 
Charla debate: Patología mental. 
http://www.foropir.es/viewtopic.php?t=14559

Patología mental: Dícese de la conducta que se sale de la norma social de una cultura, que el entorno no consigue encajar en su sistema, y que se supone se debe a un funcionamiento psíquico peculiar.

Patología mental: Estado de larga duración (incluimos conducta, afectos, percepciones, cogniciones, etc...) de malestar/sufrimiento del individuo o de su entorno, caracterizado por una diferencia en grado, extensión o repercusiones de lo deseable socialmente para su situación personal (rol, cultura, edad, contexto...) y/o que se encuentra cuantitativa o cualitativamente fuera de los límites de lo considerado "normal" en su contexto de referencia, atribuyéndose este estado a un funcionamiento psíquico alterado fruto de alteraciones orgánicas o de desajustes entorno-individuo.


Charla debate: La conciencia. 
http://www.foropir.es/viewtopic.php?t=14625

Conciencia: Es conocimiento del conocimiento propio, un proceso reflexivo que permite comprender a la vez que crear la realidad circundante y el propio yo
 
Conciencia: Proceso de percatarse de la propia vida y propia existencia, a través de los sentidos, las abstracciones y el momento vital, escudriñando con atención todos los movimientos interiores, sensitivos y ambientales, así como la actividad de la fantasía, los ensayos y los planes.

Conciencia: [...] Un fenómeno, en parte estado y en parte proceso, mediante el cual se expresa nuestra subjetividad a la hora de percibir el mundo y a nosotros mismos. Incluiría parámetros como amplitud, focalización, integración, etc. y sería un concepto biopsicosocial y no solo biológico por el hecho de que en esos parámetros influirían los aspectos psicológicos y sociales del ambiente y no solo los endógenos del organismo. Como estado y proceso sería un continuo cuantitativo y cualitativo en el que nos situaríamos y fluctuaría a lo largo del tiempo permitiéndonos percibir más o menos y mejor o peor los acontecimientos constantes y los cambios del entorno y de nuestro interior. El “ser conscientes” se expresaría por medio de pensamientos claros (no entro en si en forma proposicional o de imágenes) acerca de lo que está ocurriendo en el ambiente y en nosotros mismos. Esas cogniciones y los procesos que las sustentan (atención, percepción, memoria, etc.) podrían verse influidas, modificadas en exceso o defecto, turbadas, ocultas, distorsionadas, prácticamente anuladas, etc. debido a diversas condiciones estructurales o funcionales provocadas tanto desde el propio organismo como por factores externos a él.

Conciencia: función mental superior de carácter reflexivo (o metafunción) que consiste en el reconocimiento de la existencia de uno mismo como ser diferenciado. Nos permite identificarnos como un "yo" al mismo tiempo que trascender de ese "yo" y valorarlo como un observador externo - aunque no ajeno  -.

Conciencia
. Una capacidad recursiva especial –no simple autoreferencia- de una entidad mental.

 
Charla debate: La felicidad 
http://www.foropir.es/viewtopic.php?t=14700

La Felicidad es un estado, percibido así por el sujeto, de homeostasis entre situaciones agradables y desagradables.

La Felicidad es la inmersión de parte de la conciencia, en la contemplación desapercibida, de un bien no racional.
 
Felicidad: Sensación subjetiva de bienestar, que puede mostrar diferentes intensidades y duración en el tiempo, que concuerda con una elevación del estado de ánimo y una actitud optimista hacia uno mismo y hacia el entorno.

La Felicidad es algo más que necesidades resueltas, a veces el propio camino para resolverlas, a veces incluso sobreponerse a dichas necesidades (cuando no son básicas), pero puede ir más allá de esas necesidades (algo así como un "extra").

Felicidad: dícese de la capacidad de disfrutar de la vida.

Monday, June 28, 2010

Visión con fruición

"Codiciamos lo que vemos cada día", dice Hannibal Lecter en “El silencio de los corderos”.

Parece que no se equivocaba. Nuestro sistema visual cortical establece mecanismos para darle atención prioritaria no sólo a lo novedoso, sino también de forma especial a lo ya conocido. Al contrario de lo que puede parecer, lo que nos resulta familiar no nos aburre sino que su visión, la experiencia con ello, puede producir, literalmente, placer.


Los niños pequeños son una buena muestra de cómo en la repetición el ser humano encuentra goce. La Psicología Evolutiva ha descrito con detalle cómo el bebé aprende repitiendo una y otra vez esquemas de acción con los que pone a prueba la realidad en la que se encuentra. En esas circunstancias en las que p. ej. el bebé golpea cientos de veces el mismo bote de aluminio contra una pared, el niño exhibe una concentración similar a la experiencia de “flow” descrita por Csikszentmihaly, que no da apenas lugar a dudas sobre el disfrute que siente en la realización de la actividad. Nuestra memoria no almacena conscientemente el recuerdo de nuestras sensaciones más tempranas, pero dada la complejidad de la realidad, se puede suponer de forma razonable que la llegada súbita a un mundo como el nuestro no puede resultar otra cosa más que algo abrumador, cuando menos. Sin embargo en la repetición el bebé alcanza el conocimiento, y con ello, el agrado por lo aprendido. Que se lo digan si no a los sufridos padres que se ven cantando ocho veces la misma canción al grito incansable de “¡más!” de su hijo, o viendo por vigésima vez la película de animación favorita del infante. La repetición para el niño es diversión.


También Ausubel explica la relevancia de ampliar nuestro conocimiento poniendo en relación los nuevos contenidos de información con los ya adquiridos. Cuando lo conocido entra en la ecuación es cuando lo nuevo se llena de sentido, y el individuo siente el placer subjetivo del entendimiento, ese placer especial que se experimenta cuando descubrimos algo nuevo que nos supone un reto cognitivo pero que logramos aprehender. Ese logro es posible gracias a que conseguimos encajar lo desconocido con los conocimientos previos.


De alguna manera, pues, nuestra psique se las arregla para que lo conocido, lo sabido, lo cotidiano o lo familiar resulte especialmente atractivo, puesto que es información relevante para acercarse a todo lo demás. Esa estrategia es la recompensa mediante el placer, la sensación reforzante por antonomasia. Y no se trata de una simple afirmación lógica; recientes investigaciones en neuropsicología lo avalan.


Irving Biederman y Edward Vessel han puesto de manifiesto que el sistema cognitivo está plagado de un tipo de receptores especiales que se encargan de modular la sensación de placer estableciendo uniones con las endomorfinas cerebrales. Son los receptores mu-opioides. Muy particularmente (y muy curiosamente) uno de los caminos que más transitan son las vías perceptivas visuales cerebrales, en concreto la vía visual ventral también conocida como “vía del qué”, dado que su función principal es la de participar en el reconocimiento de objetos y escenas familiares. La ubicación de estos receptores dentro de la vía no es homogénea, sino que sigue un gradiente de menos a más partiendo de las áreas visuales primarias en el lóbulo occipital hasta las áreas visuales de asociación, en la corteza temporal. El córtex parahipocampal y rinal son la estación final donde lo percibido con nuestros ojos entra en contacto con nuestras memorias, con lo ya conocido… y al mismo tiempo es el lugar donde más se concentran estos receptores mu-opioides encargados de darnos placer.


Es decir, aquello que vemos, entendemos y reconocemos es fuente de placer, y hay una base neurológica para defender tal hecho. Por eso nos quedamos extasiados ante un bello paisaje y necesitamos fotografiarlo. Por eso algunos fans ven Titanic cientos de veces. Por eso deseamos el coche del vecino. Por eso funcionan los anuncios televisivos. Por eso cada día vemos más atractiva a esa persona que al principio no nos llamó físicamente la atención. Quizá por eso el amor nazca del roce, de la familiaridad con alguien. La vista nos guía… y nos empuja al deseo de lo que vemos, para goce de todos nuestros sentidos.


Más información sobre las investigaciones de Biederman y Vessel en http://www.scribd.com/doc/32182764/Perceptual-Pleasure-and-the-Brain-by-Irving-Biederman-Edward-Vessel

Monday, April 07, 2008

Materiales pedagógicos públicos

Open MIT

Ciencias Cognitivas y del Cerebro

Brain and Cognitive Sciencies



Open Yale
Introduction to the Psychology

Monday, January 29, 2007

La evolución de la inteligencia

El surgir de la inteligencia humana es también el génesis de la humanidad misma. La inteligencia es la cualidad definitoria por antonomasia del hombre. Tanto es así que nos hemos autoclasificado en la taxonomía zoológica como Homo Sapiens; el hombre sabio.
A principios del pasado siglo, la idea imperante era que la capacidad intelectual propia del hombre precedió a los cambios en los rasgos simiescos. Esta concepción postulaba que primero fuimos monos muy listos, y que a esto siguieron el resto de cambios anatómicos. Este concepto fue reforzado al ser descubierto en el año 1912 en una gravera de Inglaterra, por un paleontólogo aficionado, el que ha sido conocido como el cráneo de Piltdown. Éste consistía en un cráneo de un volumen igual al del hombre actual, junto a una mandíbula gruesa y prominente.
No fue hasta 1955 que no se descubrió el fraude. El hombre de Piltdown no era más que un cráneo humano hábilmente amalgamado con una mandíbula de orangután.

Descubrimientos posteriores demostraron que el aumento de la capacidad cerebral sucedió a ciertos cambios físicos en el camino hacia el hombre moderno. En 1974 Donald Johanson, paleoantropólogo americano, descubrió el esqueleto de Australopithecus Afarensis más completo que existe hasta la fecha. Un aspecto muy llamativo, sobre todo para alguien no experto en paleoantropología, no está en su cráneo, sino en su cadera. El Austraopithecus disponía de una cadera corta y ancha que le permitía adoptar una postura erecta, a esto le acompañaba unas extremidades parecidas a las nuestras. Lucy, nombre con el cual fue bautizado el esqueleto, era una hembra pequeña, de unos 105 cm., que caminaba erguida, con una cabeza un tanto simiesca y unas piernas proporcionalmente más cortas que los brazos si la comparamos con nosotros. En cuanto a la capacidad craneal, que es un claro indicador de la inteligencia de la especie (si se tiene también en cuenta el índice de encefalización), las cifras se explican por sí mismas: El hombre actual tiene una capacidad entre 1200 y 1600 cm3, un antropoide moderno, incluso de la especie más grande -el gorila- no suele pasar los 500 cm3, mientras que en el Australopithecus la cifra rondaba los 450 cm3.

Llegados a este punto, nos encontramos con la tesitura contraria a la del Hombre de Piltdown: Nuestro primer antecesor directo era un antropoide erguido aunque de escasa inteligencia, de esto hace unos 3 millones de años. Algunos autores apuntan que lo que disparó el proceso de encefalización fue un cambio en la dieta, concretamente la introducción de la carne. Nuestros antepasados empezaron por carroñear para después dedicarse a la caza.
El Homo Habilis, sucesor del Australopithecus Afarensis, es del primer homínido fósil del que se tenga la certeza que consumia carne de animales. ¿Y qué tiene que ver el consumo de carne con el aumento del tamaño del cerebro? Quizás se pregunten algunos. Pues bien, el cerebro es un órgano muy caro de mantener. Se calcula que en el humano éste consume el 16 por ciento de la tasa metabólica basal del organismo. Leslie Aiello y Peter Wheeler propusieron en 1995 que el aumento del tamaño de un órgano con un consumo como el del cerebro debía tener asociada la reducción de otro igualmente costoso de mantener. El primer candidato a la reducción era el sistema digestivo. Y así se ha constatado; un cerebro muy grande y un aparato digestivo voluminoso no suelen darse simultáneamente en un mismo ser vivo. Y aquí es donde entra en juego la alimentación cárnica. Al proveer esta nutrición más calorías con menos cantidad, permitía alimentar con un sistema digestivo mínimo un cerebro grande.

Seguramente algunos objetaran: Si el paso a una alimentación cárnica fue la clave hacia una mayor inteligencia, ¿por qué los grandes carnívoros no son más inteligentes que nosotros? La respuesta es la evolución cultural. Desde que el hombre empieza a utilizar herramientas (Homo Habilis) entra en juego otra fuerza añadida a la selección natural biológica; una especie de selección artificial o técnica. Los individuos que mutaran a encéfalos mayores podrían utilizar su inteligencia superior en fabricar y utilizar los nuevos útiles como piedras, palos y cómo no; el fuego. Esto es algo que potenciaría una posición más relevante en el grupo así como una ventaja a la hora de extender sus genes por medio de la reproducción. La alimentación hipercalórica permitió que un mayor cerebro no fuera una desventaja. Los grupos que consiguieron un mayor control sobre el medio gracias a su floreciente inteligencia desplazaron a los clanes más toscos.
De este modo, la alimentación cárnica fue el punto de apoyo de la palanca de la evolución cultural, y ésta catapultó el volumen encefálico y con éste la inteligencia de la raza humana. Todo esto fue posible gracias a que los australopithecus habían liberado sus brazos para permitirles el uso de útiles, algo de lo que no disponen los carnívoros cuadrúpedos.

Toni Espinosa
Publicado en.
Omnia Nº 115 septiembre-octubre 2004
D.L: B-15 655 2001
ISSN 1696-677526